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Érase unos nuevos inquilinos

Isabel vende su piso a una inmobiliaria que lo alquila a un grupo de macarras para que hagan la vida imposible a los vecinos y tengan que vender más barato. Andrés, tras recuperarse de la angina de pecho, vuelve a casa, pero Isabel no quiere hacerse cargo de él y es Vicenta quien se ofrece a ayudarle. Lo instala en su casa, y cuando Isabel vende la suya, también acoge a sus hijos, Pablo y Alex. Así pues son Concha y Marisa las que acaban en la calle, pero ellas se van a casa de Alicia y Belén. Mientras, Mauri y Bea no se ponen de acuerdo con el nombre para el bebé, y además Bea quiere bautizarlo. Belén sigue preocupada con el posible embarazo pero no quiere hacerse la prueba.